Los hijos de Sánchez: el perturbador relato sobre una realidad social
La urgencia por comprender los efectos de la industrialización y la urbanización sobre las personas en los países menos desarrollados motivó a Óscar Lewis a publicar el libro Los hijos de Sánchez en 1961.
Aquel texto es un estudio antropológico y cuenta la historia de una familia que vivía con escasos recursos económicos en Ciudad de México. El padre era Jesús Sánchez, un viudo que a sus 50 años compartía una habitación en el centro del distrito con sus cuatro hijos, todos adultos. Manuel, el mayor, tenía 32 años; Roberto, 29; Consuelo, 27, y Marta era la menor, con 25 años.
Lewis creó empatía con ellos después de varios acercamientos. Cuando ya habían entrado en confianza, los entrevistados aceptaron ofrecer detalles de sus vidas y de su barrio, pero coincidieron en que se sentían más cómodos haciéndolo lejos de allí.
Con esa condición, el autor programó encuentros en su casa y en su oficina con cada miembro de la familia para dialogar en privado. En aquellos encuentros, él desarrolló lo que en ese entonces se consideró como una nueva técnica para sistematizar información. Al recibir las visitas de los entrevistados, les instalaba un micrófono en la solapa y usó una grabadora de cinta para captar lo que contaron. Aunque ellos sabían que los estaban grabando, conversaron con naturalidad y narraron libremente sus historias.
La grabadora permitió que personas sin estudio pudieran hablar, opinar y describir anécdotas en sus propias palabras y sin restricciones. Ese conjunto de testimonios permitió conocer un completo panorama sobre la forma como vivía la clase baja mexicana.
Aquellos relatos se referían a episodios de crueldad, muerte, violencia, sufrimiento, infidelidad, delincuencia, corrupción y brutalidad policial. También dieron cuenta del calor humano, la capacidad de gozo, la esperanza, la comprensión, la disposición para compartir y la habilidad de salir adelante pese a los problemas. Así se creó una suerte de literatura que buscaba narrar la realidad social.
Una vez obtenidos los testimonios, Lewis transcribió los registros, eliminó sus preguntas de los textos y seleccionó, ordenó y organizó la información para construir historias coherentes que luego fueron publicadas en el libro.
Cuando la obra salió al mercado causó polémica. El 11 de febrero de 1965, la Junta Directiva de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística denunció al autor. Sus miembros consideraron que el escrito era deshonroso para el pueblo mexicano porque tenía lenguaje grosero, descripciones indecentes y comentarios ofensivos.
Algunas expresiones que produjeron malestar fueron: “La pandilla gubernamental no deja subir a gentes que piensan en otra forma. Aquí, como en todas partes, hay pandillas”. “Me gustaría que hubiera leyes como las de los Estados Unidos. No habría tanto golfo como lo hay y no habría tanta canallada de plano…”. “El pueblo mexicano se está hundiendo por falta de guía, por falta de hombría y por tanta porquería como usted puede ver”. “Me gustaría que hubiera aquí un presidente americano en México”.
La Procuraduría General evaluó el caso y encontró que, en efecto, el libro de Lewis impactó la opinión pública. Algunos lo rechazaron, pero otros vieron en él una obra artística. La investigación llevó a concluir que la población mexicana no había asumido una postura unánime de repudio sobre el texto. El 6 de abril de 1965, esa entidad resolvió que el autor no había cometido delito alguno.
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