El entorno social, precedente de la ciencia y la opinión
La comunicación en la vida cotidiana se debate entre hablar por hablar o decir algo con pleno conocimiento de causa. En un mundo interconectado como el de hoy, con todas las facilidades que ofrece para la libre expresión, vuelven a tomar relevancia las discusiones respecto a la opinión (doxa) y la ciencia (episteme). La claridad al respecto se hace urgente ahora, cuando por todas las redes circulan mensajes masivamente y con escasos controles.
Algunas lecturas de aquellos dos conceptos apuntan a marcar una completa oposición entre ambos. Otras, en cambio, encuentran cierta correspondencia.
La definición clásica dice que doxa es la opinión, el punto de vista individual, y se refiere a aspectos que pueden ser diversos y variables. Episteme es la ciencia, el conocimiento innegable o absoluto que explica acertadamente la realidad.
Durante siglos, el mundo occidental apostó por buscar la verdad mediante la razón y los criterios objetivos. Priorizó el conocimiento científico para construir su percepción de la vida y dejó en segundo plano la opinión.
Sin embargo, la experiencia se encargó de mostrar que algo precede los razonamientos y saberes. Se trata de lo pre-reflexivo y se compone de costumbres, tradiciones y prejuicios que acumulan las personas y las comunidades en el día a día. Esto es lo que permite construir significados y maneras de entender la realidad para que luego sean compartidos por medio del lenguaje hablado o escrito.
Los conocimientos también surgen a partir de las emociones y la prudencia con que obliga a actuar cada situación de la vida cotidiana. Las sociedades interpretan los hechos según sus hábitos y formas de comunicación y así recogen lecciones que se convierten en razones para justificar el saber.
Por eso, lo pre-reflexivo pone en duda la supuesta supremacía de la ciencia para explicar el mundo. El método que ella utiliza es poco capaz de cuestionarse a sí mismo y limita la variedad de puntos de vista, pues desconoce las tradiciones y las percepciones que las comunidades construyen sobre el universo. Esto le impide tener en cuenta aspectos ajenos a los procedimientos, pero que pueden contribuir a la verdad.
La ciencia no es inmune ante los prejuicios, los hábitos y las costumbres de la gente. Por lo tanto, recibe la influencia de lo pre-reflexivo. De ahí que pueda entenderse más como una expresión social que como una transferencia de conocimiento desde las cosas hacia el intelecto de quien las estudia.
La opinión y la ciencia coinciden, entonces, en que ambas explican el mundo y son producto de las circunstancias y del entorno de las comunidades. Las dos se refieren a asuntos en los que varía la dificultad para llegar a acuerdos. Así, el diálogo aporta en la construcción de la verdad y el saber deja de ser un descubrimiento inamovible.
Sin embargo, entre doxa y episteme permanece una diferencia esencial. Lo que caracteriza a cada una son las evidencias en que se fundamentan y que, en cualquiera de las dos, pueden variar con el paso del tiempo.
Referencia
Monteagudo, C. (1999). Apuntes sobre ‘lo pre-reflexivo’ y la distinción entre opinión (doxa) y ciencia (episteme). BIRA 16, pp. 245-252.
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