El campesino polaco en Europa y América, una comunidad desintegrada

El campesino polaco en Europa y América

Las historias de vida explican comportamientos y valores de una persona o de un grupo de gente según el contexto histórico y social. Son relatos construidos a partir de rigurosas investigaciones que cuentan la realidad con base en testimonios sustentados y contrastados en entrevistas y documentos públicos o privados. 

Durante los primeros treinta años del siglo XX, la antropología se ocupó de contar historias de vida, pero no fue la única disciplina en acudir a esta forma de narrar. Los sociólogos William Isaac Thomas y Florian Znaniecki también lo hicieron. Ellos viajaron a zona rural de Polonia, dedicaron varios meses a conocer cómo vivían los campesinos allí y luego acompañaron a centenares que migraron hacia Estados Unidos.  

En el proceso, los investigadores accedieron a testimonios, cartas, diarios personales y registros oficiales de migración. Así conocieron las rutinas, la adaptación y los cambios que tenían las mismas personas en los dos países. Entre 1918 y 1920, publicaron El campesino polaco en Europa y América, una obra considerada pionera en el uso de las historias de vida para estudios sociológicos. El texto describe una comunidad campesina y solidaria que se desintegró y pasó a ser individualista. 

En los años 80 del siglo XIX, la sociedades rurales polacas estaban organizadas de acuerdo con las capacidades de cada persona y estratificadas según la reputación, la nobleza y el liderazgo. Las familias tenían pequeñas porciones de tierra y cuando la producción agrícola no era suficiente, los padres ajustaban sus ingresos con salarios que ganaban trabajando para sus vecinos. La población aumentaba y, en consecuencia, el tamaño de las parcelas disminuía. Quienes no tenían lotes debían dedicarse a percibir ingresos de jornales, que se volvían cada vez más escasos. Así empezó la migración hacia Norteamérica, donde los sueldos eran ocho veces más altos que en Polonia. 

La adaptación en un territorio moderno, urbanizado e industrializado fue traumática. Aquellos que se trasladaban lo hacían con ansias de alcanzar éxito y prosperidad. Su mayor interés era recoger dinero para enviarles a sus parientes en Polonia y ayudarles a preservar la tierra, pero las oportunidades laborales eran pocas. Las familias se desintegraron porque los padres dedicaban la mayor parte de su tiempo al trabajo por miedo a perder el empleo. Los hijos dejaban los estudios para ayudar a mantener la casa. Y las mujeres salían a rebuscar el dinero que demandaban los gastos del hogar.

Si bien esa ruptura de las familias sirvió para reforzar las identidades personales, fue a la vez determinante en el orden social porque surgieron conflictos que no se presentaban en la vida rural. Cada campesino buscó la manera de enfrentar su suerte y de satisfacer sus deseos particulares. El Estado intentó intervenir con ayudas económicas, pero esto separó más a los hogares porque cada quien se dedicó a recibir su auxilio y así se diluyó la solidaridad. Apareció la delincuencia en los jóvenes y los homicidios entre los mismos migrantes. La cooperación se desvaneció y se impuso el individualismo propio del mundo urbano y moderno.

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