Metafísica, la ciencia que permite entender el origen de las cosas

Metafísica, de Aristóteles

Los seres humanos justifican su existencia en el saber. Por eso, valoran lo que aprenden, independiente de su utilidad, y sienten necesidad de compartirlo con los demás. Los receptores de una información pueden aceptarla o rechazarla según las evidencias que expone el emisor, pues la verdad está en lo que logra demostrar alguien respecto a lo que dice. 

Describir las meras características físicas de las cosas no es suficiente para acreditar una certeza. Esto lo explicó Aristóteles en su obra Metafísica, publicada en el siglo IV antes de Cristo, al decir que “no toda apariencia es real”. Aquel texto defiende que si bien las percepciones aportan comprensión sobre el mundo, no se pueden definir como sabiduría porque son insuficientes para identificar los orígenes de objetos, fenómenos, situaciones o acontecimientos. Por ejemplo, es posible sentir que el fuego es caliente, pero sin entender por qué. Decir que todo es lo que parece ser a simple vista vuelve relativo el conocimiento según la opinión y las emociones de cada quien. 

Existen tres vías para acercarse al saber. La primera es la experiencia, que enseña sobre asuntos específicos de la vida. Este aprendizaje no es producto de un método o de un proceso formativo y tampoco se puede enseñar. Se ocupa de la forma como se usan las cosas sin fijarse en sus orígenes porque no tiene como fin encontrar la verdad. Sin embargo, no debe considerarse inferior, pues hay personas que alcanzan sus metas gracias a las lecciones que adquieren en sus prácticas cotidianas y actúan mejor que quienes saben la teoría, pero no la ejercen. 

La segunda manera es la técnica o el arte, que ayuda a comprender el mundo en general. Esto permite desarrollar la aptitud de enseñar, algo que marca la diferencia entre ignorancia y conocimiento. 

Y la tercera es la ciencia, a la cual acuden los seres humanos para llegar a la verdad. Esto solamente se logra con investigación, que permite identificar la raíz y la esencia de la materia o de los sucesos. Dicha forma de acercarse al saber necesita un método que define claramente asuntos, opiniones o elementos que ameritan indagación para entender la complejidad de algún aspecto del mundo. 

Aquello plantea dilemas. Cuando alguien conoce la teoría, tiene una idea global, pero desconoce lo específico que hay allí si no tiene la experiencia y no podrá usar adecuadamente lo que sabe. Las personas que solamente tienen como fuente de aprendizaje sus vivencias no pueden establecer las razones de lo que ocurre ni de lo que hacen. El artista y el maestro, en cambio, conocen los motivos de lo que crean y logran recoger la suficiente información para identificar las causas de los hechos. 

El origen de los acontecimientos y de las cosas puede ser la esencia, la materia, la fuente que provoca un movimiento y el propósito con el que alguien actúa. Antes de buscar la verdad, es necesario establecer la naturaleza del objeto de estudio y a cuál ciencia pertenece o si hace parte de más de una. Por eso, Aristóteles consideraba que deben existir diferentes áreas de conocimiento, de tal manera que cada una se ocupe de profundizar en un asunto específico del mundo. Si no es así, se hará difícil acceder al conocimiento, pues no existe un método único aplicable a todas las disciplinas. 

El reto, en este caso, es respecto al lenguaje, pues si difieren los códigos entre emisores y receptores, se hace difícil comprender los hallazgos de las diversas ramas del saber. Esto obstaculiza el acceso al conocimiento que tanto les gusta a los seres humanos.

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